“(…) la manera en que nos alimentamos ha condicionado la tipología de las viviendas, la morfología de las ciudades y hasta nuestra forma de habitarlas.” Con esta frase, Kois y Nerea Morán sintetizan el libro de “Ciudades hambrientas”. La alimentación es uno de los temas incluidos en las agendas políticas, medios de comunicación y en el día a día.
Éramos cazadores-recolectores, nos movíamos por el territorio y nos alimentábamos de lo que encontrábamos. Vivíamos muy bien, teníamos buena salud y una dieta muy variada hasta que descubrimos que podíamos controlar lo que comíamos a través de la agricultura. Eso sí, trajo consigo una carga inmensa de trabajo y una dieta poco variada basada en cereales.
Podríamos pensar que estábamos mejor como nómadas ¿verdad? Sin embargo, cultivar la tierra nos permitió asentarnos, evolucionar y aumentar el número de individuos de nuestra especie.
Alimentación urbana y naturaleza
La alimentación urbana estaba vinculada con el metabolismo de las ciudades y los ciclos naturales. La revolución industrial alteró esta relación y dimos más importancia a la energía que a las personas. Sin embargo, la naturaleza y los ciclos naturales, nos ofrecen un amplio catálogo de servicios ecosistémicos necesarios para nuestra supervivencia y bienestar. Uno de estos beneficios fundamentales es el de abastecimiento, que incluye la obtención de alimentos. En este sentido, las soluciones basadas en la naturaleza pueden ser unas grandes aliadas además de ayudarnos a dar respuesta a múltiples retos.
El huerto como actividad social
Con la creación de huertos urbanos, desde lo local, se pueden fomentar unos valores de identidad y sentimiento de pertenencia que ayudan a crear comunidad. Iniciativas como los huertos urbanos de Rivas-Vaciamadrid gestionados según los principios de la agricultura ecológica, nos muestran que es posible esa integración urbana.
Jardín vertical comestible en terraza privada | Proyecto y obra: Phares Ingenieria
Más allá del huerto urbano: el jardín comestible
Pero ¿y si vamos más allá y hacemos que los huertos sean jardines habitables? ¿Y si volvemos a incorporar en nuestro entorno urbano la producción de comida y disfrutamos al mismo tiempo? Podríamos retomar la actividad cazadora-recolectora junto al trabajo de la tierra, llegar a un equilibrio y crear jardines comestibles de los que poder alimentarnos mientras paseamos y disfrutamos.
Según los cálculos de Ignacy Sachs y Dana Silk elaborados en 1990 en “Food and Energy”, un jardín de 200 m2 durante seis meses de crecimiento, podría proporcionar un quinto del aporte óptimo de alimentos para una familia de cinco miembros, y así lo recoge Michael Hough en “Naturaleza y ciudad”, en el capítulo dedicado a la agricultura urbana.
Las técnicas de cultivo han avanzado en estos años y el rendimiento puede ser mayor en menos superficie. Podemos crear un jardín vertical comestible con el de Phares Ingenieria en una terraza de 2 m2 con una pared de 8m2 con todo lo necesario para el autoabastecimiento: acelgas, escarolas, tomates, lechugas, perejil, judías verdes, fresas… para disfrutar del jardín con todos los sentidos.
Huerto-jardín en torre Riverside de Madrid | Paisajismo y ejecución del huerto-jardín: SEMAR
Si el jardín es comestible, los servicios ecosistémicos aumentan
En Madrid tenemos la legendaria “Esta es una Plaza”, una iniciativa cooperativa que es un jardín comunitario donde reunirse, hacer deporte, jugar o incluso organizar eventos con un huerto ecológico integrado en el que desarrollar, además, actividades didácticas. Podría decirse que es la inspiración de los Barrios productores, un programa puesto en marcha por el Ayuntamiento de Madrid para fomentar la economía verde a partir de la agricultura urbana.
Cuenta incluso con formación y asesoría técnica para acompañar a las personas interesadas.
En el ámbito privado, hay iniciativas que apuntan a integrar el huerto en el jardín en edificios de viviendas colectivas como en la torre Riverside de Madrid. En esta ocasión, los encargados de construir esta fusión entre el disfrute visual y gastronómico, fue SEMAR.
Si miramos atrás, en la historia, ya en épocas de guerra y necesidad, el cultivo de alimentos en los jardines salvó a la ciudadanía de morir de hambre según nos relata Hough. Ciudades ubicadas en Dinamarca o Gran Bretaña así lo hicieron. Y pensaréis: ahora no tenemos esa necesidad de supervivencia. Pues en cierto modo sí. Necesitamos recuperar la soberanía alimentaria para poder decidir, por ejemplo, como se cultivan nuestros alimentos, una manera es cultivarlo tú mismo, en tu ciudad y si por el camino creamos un jardín, los servicios ecosistémicos se multiplican.
La formación y el riego eficiente
Para que estos jardines comestibles sean posibles, la formación y divulgación sobre del uso de un riego eficiente de precisión es vital. El uso del agua es dos veces superior a la tasa de crecimiento de la población que, sumados a los avisos frecuentes de sequía, hace que este recurso natural esté en peligro.
Unos jardines comestibles con técnicas de riego eficiente, de precisión, son el binomio perfecto para enfrentarnos a los Objetivos de Desarrollo Sostenible que nos permitirán seguir viviendo en este planeta.
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Lecturas recomendadas
«El huerto de una holgazana» de Pia Pera. Un libro delicioso donde la autora narra su proceso de aprendizaje para crear un huerto y un jardín que formaran una unidad. Nos envuelve en una bella literatura que nos descubre las diferencias compatibles del jardín como un lugar para la contemplación, juego y experimentación frente al huerto, donde revertimos la destrucción del planeta a través del trabajo y cuidados para devolvernos alimento y energía.
